Observar la respiración, meditar...
Como
instructores de Yoga a veces nos preguntamos y reflexionamos sobre cómo explicar
la importancia de respirar, sin embargo, sabemos, y por eso queremos
transmitirlo, que respirar es mucho más que un proceso de oxigenación, es prana,
es energía fluyendo, es sentirnos vivos y en el momento presente.
Sogyal
Rimpoché en su libro “El libro tibetano
de la vida y de la muerte” es claro, simple y didáctico al explicar cómo
observar la respiración. Comparto el primer método de los tres que describe de
este interesante conocedor…
TRES MÉTODOS
DE MEDITACIÓN*
Buda
enseñó 84.000 maneras distintas de domesticar y apaciguar las emociones
negativas, y e el budismo existen incalculables métodos de meditación. Yo he
encontrado tres técnicas de meditación que resultan particularmente eficaces en
el mundo moderno y que cualquiera puede utilizar con provecho. Se trata
respectivamente, de “observar” la respiración, utilizar un objeto y recitar un
mantra.
“Observar” la respiración
El
primer método es muy antiguo y se encuentra en todas las escuelas de budismo. Consiste
en dejar que su atención repose, ligera y atentamente, en la respiración.
La respiración es vida, la expresión más básica y fundamental de nuestra vida. En
el judaísmo, ruah, el aliento, es el
espíritu de Dios que inspira creación; en el cristianismo también existe una
profunda relación entre el Espíritu Santo, sin el cual nada podría tener vida,
y el aliento. En la enseñanza de Buda se dice que el aliento, en sánscrito prana, es “el vehículo de la mente”,
puesto que es el prana lo que hace que nuestra mente se mueva. Así, cuando se
aquieta la mente por medio del trabajo hábil con la respiración, al mismo tiempo
y de forma automática se domestica y entrena la mente. ¿No hemos experimentado
todos, cuando la vida se llena de tensiones, lo relajante que puede ser
quedarnos unos minutos a solas y limitarnos a respirar profunda y calmadamente?
Incluso este ejercicio tan sencillo puede sernos de gran ayuda.
Por consiguiente, al meditar respire
con naturalidad, como lo hace siempre. Concentre ligeramente su atención en la
espiración. Al espirar, déjese ir con el aire que sale hacia fuera. Cada vez
que suelta el aire, se afloja y se libera de todo aferramiento. Imagínese que
su aliento se disuelve en la extensión de la verdad que todo lo abarca. Cada
vez que espire, y antes de volver a inspirar, comprobará que aparece una pausa
natural a medida que se disuelve el aferramiento.
Repose en esa pausa, en ese espacio
abierto. Y cuando vuelva a tomar aire, de un modo natural, no se concentre
especialmente en la inspiración, sino siga reposando su mente en ese hueco que
se ha abierto.
Cuando esté practicando, es
importante que no se enrede en comentarios mentales, análisis ni charla
interior. No confunda los comentarios repetido de la mente (“Ahora estoy
inspirando, ahora estoy espirando”) con la atención; lo importante es la pura
presencia mental.
No se concentre demasiado en el
aliento; concédale aproximadamente un 25 por ciento de su atención, y deje el
75 por ciento restante callada y espaciosamente relajado. A medida que vaya
volviéndose más atento a la respiración, descubrirá que se vuelve más y más
presente, que recoge de nuevo en usted todos sus aspectos dispersos y que se vuelve entero.
Más que observar la respiración,
vaya identificándose gradualmente con ella, como si se convirtiera en ella. Poco
a poco, el aliento, la persona que respira y la respiración se vuelven uno; la
dualidad y la separación se disuelven.
De esta manera comprobará que este
sencillísimo proceso de presencia mental filtra sus pensamientos y emociones. Entonces,
como si desechara una piel vieja, algo se desprende y se libera.