Darle descanso a la cólera

A mi novio se le perdieron los documentos del auto y estallé de cólera. Nunca en mi vida me porté peor, aunque haciendo memoria, la vez que sentí que lastimé a alguien fue cuando de adolescente le di un beso al chico del que mi mejor amiga decía estaba enamorada. La cosa es que mi novio debería dejarme e igual así no solucionaría lo hecho. Ira, cólera, enojo, pasar factura, señalar con el dedo, todo lo que no debería haber hecho, lo hice.
Era de noche y vino a decirme que iba a buscar bien los papeles del auto. Recorrió las calles y averiguó cómo hacer los trámites. Se ocupó de todo lo que tenía a su alcance y nada de eso sirvió. Estallé de cólera, como la gota que rebalsó el vaso cuando ninguno de los dos sabía que estaba lleno. Me intentó calmar: "Yo me ocupo de todo y lo pago, son papeles, es solo plata, y la tenemos". Nada de eso alcanzó, yo prefería seguir con mi ira, llegándome a cada poro, a cada célula, transformando una pérdida material en un acto de violencia.
Me podría haber pasado mil veces, soy pisciana (y claramente mucho más que eso...), pierdo las cosas, no sé dónde las dejo pero lo que no podía tolerar era que le había pasado a él, tampoco podía controlar mi ataque de cólera. Lo violenté, le pegué con cada una de mis palabras, con mi ceño fruncido y mi mandíbula rechinando a punto de estallar.
Después me arrepentí, le pedí perdón y le rogué que no me perdonara, lloré desconsoladamente, me negué a que me abrace porque no me lo merecía y nunca en mi vida me había sentido así de descontrolada. Le confesé que era mi peor defecto, que estaba conociendo esa parte de mí que se me iba de las manos, que no sabía cómo manejar y cuando decía esas palabras lloraba como una niña, sintiendo la resaca que me había quedado en cada poro, la droga seguía en mí, me recordaba mi peor exceso.

Todo esto me tenía que llevar a una reflexión, a un antes y después de dañar a un otro. No quería sentirme como una golpeadora que luego del ataque pide perdón, llora suplica, la perdonan y se olvida. Hacía mucho que no agarraba mi biblia de mujer "Mujeres que Corren con los lobos" -libro de Clarissa Pinkola Estés-. Esta vez sabía que podía guiarme en mi proceso de sanar y decidí tomarme el tiempo para nadar en sus grandes enseñanzas y ayudar a despertar en mí la mujer salvaje, pero no desde la ira y violencia, ese sentido del salvajismo, sería tan limitado como patriarcal. Una cólera permanente es un fuego que acaba quemando nuestra energía primaria, permanecer en ese estado o no tomar conciencia del enojo que tenemos dentro, como queriendo "dejarlo pasar", contamina nuestras ideas con su humo negro y obstruye otras maneras de ver y comprender.




La autora describe que cualquier emoción, incluso la cólera, puede convertirse en una maestra, algo que se convierta en un símbolo del que podamos aprender y con el que podamos tratar interiormente para luego transformarlo en algo útil en el mundo. "La cólera sube, cae, muere y es liberada como nueva energía. El hecho de prestarle atención da lugar al proceso de transformación (...) La cólera corroe nuestra certeza de que algo bueno puede ocurrir. Algo le ha ocurrido a la esperanza. Detrás de la pérdida de esperanza se encuentra la cólera; detrás de la cólera, el dolor, detrás del dolor, habitualmente la tortura de la clase que sea, a veces reciente pero más a menudo muy antigua. (...).

La curación de la cólera es un viaje muy arduo, incómodo, del que muchas veces queremos escapar, pero sabemos que cambiar de pareja, mudarnos porque nos sentimos vacías, tener un hijo para resolver problemas, o seguir dándole la carga de lo que heredamos a nuestros padres, no resolverá el asunto.
Entonces, cuando se despierte en vos la furia, ya sea en un ataque o en pequeños actos de la cotidianeidad, tomate un descanso, invitáte a sentarte con el itinerario de tu vida y preguntáte: ¿Dónde están los lugares que hay que recordar, los que hay que bendecir? Todos ellos tienen un significado en tu vida actual y hay que recordarlos, y olvidarlos al mismo tiempo. Para eso hace falta tiempo, y paciencia.

Arigato zaishö, agradezco despertar la capacidad de ver claramente las cosas que se interponen en el camino y me (y nos) impiden alcanzar una comprensión más profunda de nuestra propia persona y el mundo. Y con esto me despido, con valentía de compartir mi sentir y ganas de transmitirlo para sanar juntas.

Silvana
mujer ante todo

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